Y un día me decidí a conectar con el dolor, y todos los cajoncitos d mi cuerpo, donde estaba alojado, comenzaron a abrirse uno por uno.
Yo sólo quería ponerle voz a un dolor, de hoy, actual, de una situación particular; sin embargo, mis emociones no conocen el límite cuando suelto el control sobre ellas, cuando dejo de mantenerlas con la rienda corta.
Aflojé mi mente, escuché mi sentir, y zas!… todo lo q guardé y desoí durante tanto tiempo, encontró una grieta y comenzó a salir. Aflora desde lo más recóndito d mi Ser, emerge impunemente, me mira de frente y me dice: aquí estoy.
Estoy aprendiendo que por esa misma grieta por donde el dolor sale, entra la Luz.
Suspiro, me abrazo.
Sí, duele sentir dolor, duele duelar ese cúmulo de emociones q sostuve tanto tiempo tras una sonrisa.
Y la paradoja es, que en el reconocimiento d dichas emociones, cuando drenan, cuando fluyen, cuando pasan (porque en definitiva todo pasa) al mirarme al espejo, entre lágrimas, veo el brillo d una nueva sonrisa queriendo asomar, más auténtica, íntegra, y sobre todo, más representativa de quien soy hoy, más despojada, libre, más liviana.
leo tu comentario :)
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